El proceso de construcción del yo

 

La práctica del mindfulness y lo que tratamos de conseguir con ella no se comprendería del todo sin un concepto algo abstracto, pero esencial: el proceso de construcción del yo. 

 

Yomi y míos son productos de nuestro pensamiento. Tenemos la inevitable e incorregible tendencia a construir un yo, un mi y un mío a partir de prácticamente todo y de todas las situaciones, y a funcionar en el mundo a partir de esa perspectiva limitada que, en gran parte, no es otra cosa que fantasía y defensa. Apenas transcurre un instante sin que esto no suceda y forma parte de nuestro mundo de tal manera que pasa completamente inadvertido.

 

Si observamos este proceso de construcción continua del yo con una atención prolongada y un espíritu de investigación, veremos que lo que llamamos yo es en realidad una elaboración de nuestra propia mente, una elaboración que, además, no es permanente.

Si buscamos con profundidad un yo estable e indivisible, un yo fundamental subyacente a nuestra experiencia, lo más probable es que no encontremos nada aparte de pensamientos.

Podríamos decir que somos nuestro nombre, pero esto no es exactamente así. Nuestro nombre no es más que una etiqueta. Lo mismo ocurre con la edad, con el sexo, con nuestras opiniones, con nuestra infancia, etc. Nada de todo esto es fundamentalmente lo que somos.

 

Si nos preguntamos: “¿Quién es el yo que está preguntando quién soy?”, llegamos a la conclusión de que no lo sabemos.

El yo aparece simplemente como una elaboración que es conocida por medio de sus atributos. Sin embargo, ninguno de estos atributos, ya sea tomado de forma individual o junto con los demás, constituye realmente la totalidad de la persona.

Además, la elaboración del yo tiene tendencia a disolverse y a volverse a construir continuamente, prácticamente momento a momento. También tiene tendencia a sentirse menoscabada, pequeña, insegura e inestable, principalmente porque su existencia carece de una base sólida. Esto no hace sino exacerbar la tiranía y el sufrimiento que van asociados a la inconsciencia de lo muy atrapados que estamos en el yo, mi y mío.

 

Además, existe el problema de las fuerzas externas. El yo tiende a sentirse bien cuando las circunstancias externas refuerzan su creencia en su propia bondad y mal cuando se tropieza con la crítica, las dificultades y lo que percibe como obstáculos y derrotas. Esto puede explicar la baja autoestima que tienen muchas personas.

Como no estamos familiarizados con este aspecto elaborado de nuestro proceso de identidad, nos resulta fácil perder el equilibrio y sentirnos vulnerables y carentes de importancia si no nos sentimos reforzados y apoyados en nuestra necesidad de aprobación o de sabernos importantes. Es muy probable que tratemos de conseguir una estabilidad interior por medio de recompensas externas, de posesiones materiales y de las personas que nos aman. De este modo perpetuamos la elaboración del yo.

Sin embargo, a pesar de toda esta actividad que va generando un yo continuamente, es muy posible que no logremos tener una sensación de estabilidad duradera en nuestro ser ni una sensación de calma en la mente.

Los budistas dirían que esto se debe a que no existe un yo absoluto y separado, sino simplemente el proceso de construcción continua del yo. Si pudiésemos reconocer el proceso de construcción del yo como un mero hábito arraigado y, ante esto, darnos el permiso de tomarnos un día libre, de dejar de tratar de ser alguien por todos los medios para simplemente experimentar el hecho de Ser, probablemente seríamos mucho más felices y estaríamos mucho más relajados.

 

Cuando hablamos de no tratar de ser alguien por todos los medios y de experimentar simplemente el hecho de ser, de forma directa, nos referimos a que empezamos donde nos encontramos ahora, y que aquí es donde trabajamos.

La meditación no consiste en tratar de convertirnos en nadie, ni tampoco en un zombi contemplativo incapaz de vivir en el mundo real ni de enfrentarse a los problemas. Consiste en ver las cosas tal cual son, sin las distorsiones de nuestro proceso de pensamiento.

 

Parte de esto radica en percibir que todo está interconectado y que, si bien nuestro sentido convencional de tener un yo resulta útil en muchos sentidos, no es real o sólido o permanente en términos absolutos.

Así pues, si dejamos de intentar convertirnos en más de lo que somos debido al miedo a ser menos de lo que somos, quienquiera que seamos en realidad será mucho más feliz y se sentirá más ligero, y también será alguien con quien resultará más fácil convivir.

 

Podríamos empezar tomándonos las cosas de un modo menos personal. Cuando ocurra algo en su vida, intente verlo de un modo menos focalizado en el yo, aunque solo sea para divertirse. Tal vez lo que ocurrió simplemente ocurrió. Tal vez no iba dirigido a usted. En tales momentos, observe su mente. ¿Está cayendo en el “yo esto y yo aquello”?

 

La conciencia puede ayudar a compensar el proceso de construcción del yo y a reducir su impacto. Note también que ese yo no es algo permanente. Todo aquello a lo que intentamos agarrarnos con relación al yo se nos escapa. No lo podemos agarrar porque está continuamente cambiando, desintegrándose y volviéndose a construir, siempre de un modo ligeramente diferente, dependiendo de las circunstancias del momento.

Esto convierte el sentido del yo en lo que, en la teoría del caos, recibe el nombre de atractor extraño, es decir, en un patrón que encarna orden pero que al mismo tiempo es impredeciblemente desordenado. Nunca se repite a sí mismo. Siempre que lo miramos, es ligeramente distinto.

 

Llegar a ver la naturaleza escurridiza de ese yo que hasta ahora parecía algo concreto, permanente e inmutable resulta esperanzador.

Significa que podemos dejar de tomarnos a nosotros mismos tan tremendamente en serio y liberarnos de la presión de que los detalles de nuestra vida personal sean el centro del universo. Al reconocer y soltar una y otra vez el impulso de construir un yo, dejamos un poco más de espacio para que sucedan cosas.

 

«Si diriges hacia dentro tu mirada descubrirás mil regiones de tu mente todavía inexploradas. Recórrelas y te convertirás en un experto cosmógrafo de ti mismo»                                                                                                                                                                                                    (William Habington).

 

Jon Kabat-Zinn