El Lenguaje de las Emociones

 

Todas las emociones son, en esencia, impulsos que nos llevan a actuar, programas de reacción automática con los que nos ha dotado la evolución. La misma raíz etimológica de la palabra emoción proviene del verbo latino movere (que significa «moverse») más el prefijo «e-», significando algo así como «movimiento hacia» y sugiriendo, de ese modo, que en toda emoción hay implícita una tendencia a la acción.

 

Genéticamente venimos equipados con ellas, es la reacción psicológica más elemental que busca la supervivencia por encima de todo.

En este sentido compartimos las mismas emociones con los demás mamíferos de este planeta.

 

Basta con observar a los niños o a los animales para darnos cuenta de que las emociones conducen a la acción; es sólo en el mundo «civilizado» de los adultos en donde nos encontramos con esa extraña anomalía del reino animal en la que las emociones —los impulsos básicos que nos incitan a actuar— parecen hallarse divorciadas de las reacciones.

 

Las emociones son procesos químicos y energéticos que ocupan un lugar en el cuerpo, aunque muchos no se den cuenta, que nos dan información sobre nuestros deseos, nuestras necesidades, y su grado de satisfacción, nos dan información acerca de nuestras preferencias, inclinaciones y nos ayudan a conocer nuestra historia personal y familiar.

 

Nuestras emociones son formas de experiencia inmediata. Cuando las experimentamos estamos en contacto directo con nuestra realidad física, las emociones se expresan en el cuerpo incluso antes de que seamos conscientes de ellas. La emoción al ser una reacción espontánea del organismo, es amoral.

 

§  Las emociones nos dan  información sobre lo que nos pasa. No son el problema, conviene  aprovechar la información que nos dan.

 

§  Aceptar en vez de reprimir.

Una vez que llega una emoción, no  sirve luchar contra ella o pretender que no está allí. Entender el para  qué están allí, es fundamental.

 

La represión de una emoción lleva muchas veces a que dicha emoción crezca y se transforme en algo más disfuncional.

Por ejemplo, un miedo que se reprime puede transformarse en fobia.

 

§  Cuando éramos niños, mostrábamos lo que sentíamos, llorábamos cuando teníamos hambre, o cuando algo nos molestaba, gritábamos y mostrábamos nuestro miedo,  cuando nos sentíamos contentos nos reíamos, etc., pero luego, la educación, nos imponía reprimir las emociones para adaptarnos al modelo social, y poco a poco fuimos negando y reprimiendo emociones por no estar a la altura de…

 

Y cuando la energía queda reprimida, el organismo mantiene un estado de estrés que impide su funcionamiento óptimo (enfermedades físicas, hipertensión, migrañas, úlceras, enfermedades mentales como depresión, ansiedad, fobias,  comportamientos irracionales, etc.).

 

§  No hay emociones buenas o malas, podríamos más bien decir que las  emociones son funcionales o disfuncionales.

 

Las emociones van a ser más o menos funcionales en cuanto a cómo nosotros decidimos responder ante la aparición de la misma.

 

Las emociones disfuncionales son las que bloquean la posibilidad de experiencia y aprendizaje.

Las emociones funcionales son aquellas que nos muestran información valiosa acerca de nosotros y ponen en marcha el círculo de aprendizaje continuo.

 

Todas las emociones tienen su lado funcional, inclusive aquellas como el miedo, enojo, tristeza, envidia y culpa, porque buscan satisfacer una necesidad.

 

El miedo es funcional cuando nos damos cuenta de que hay un desequilibrio entre la amenaza que enfrentamos y los recursos con los que contamos. Y comprender esto nos guía hacia la búsqueda de recursos (tanto internos como externos) que necesitamos para salir del estado de miedo. Nos invita a protegernos, a cuidarnos.

 

El enojo es funcional cuando nos damos cuenta que toda esa cuota mayor de energía puede darnos fuerza para resolver el problema que nos enoja. Nos ayuda a defendernos, a poner límites.

 

La tristeza es funcional cuando se acepta y se permite experimentar el dolor con como fuente de aprendizaje. Porque de esa manera, evitamos que el dolor se transforme en sufrimiento.

Si tratamos de escaparnos del dolor, es ahí cuando caemos en la melancolía y en la desdicha como estado de ánimo negativo (la tristeza pasa a ser disfuncional).

Cuando sentimos tristeza, nuestro organismo nos está diciendo: “retírate y vuelve a estar contigo mismo”

 

La envidia es funcional cuando logramos darnos cuenta que lo que la envidia busca es la eliminación de un contraste entre lo que se tiene y lo que no se tiene.

 

La culpa es funcional cuando nos ayuda a realizar las correcciones necesarias para restablecer el equilibrio interno ante una transgresión moral.

 

Las emociones más tóxicas, son el miedo y la rabia, ya que generan reacciones en cadena, mecanismos bioquímicos muy fuertes que afectan el cerebro, los riñones, los pulmones, el corazón, etc. segregando sustancias químicas dañinas para la salud, si no se descargan.

Recordemos que somos adictos a los estados emocionales y gastamos grandes cantidades de energía para sostener esos estados.

 

§  La interpretación que le damos a las emociones, a los hechos hará que entremos en estados de ánimo teñidos por ellas.

Los principales estados de ánimo negativos derivan de emociones no tenidas en cuenta, reprimidas o mal encauzadas.

 

Si queremos modificar un estado de ánimo en nosotros, debemos de prestarle atención a la emoción que antecede, que está influida por la manera de pensar que tenemos y esta se apoya en creencias profundas, arraigadas muchas veces en el inconsciente.

 

§   Cuando pensamos, fabricamos sustancias químicas, si nuestros  pensamientos son saludables, elevados, felices, fabricamos sustancias químicas que nos hacen sentir bien; por el contrario, si nuestros pensamientos son  de inseguridad, miedo, frustración…etc., fabricamos sustancias que nos harán sentir mal.

 

Cada sustancia que se libera en el cerebro, es un mensaje que alimenta al cuerpo físico, el que se empieza a sentir tal y como pensamos, cuando sucede esto, hay una interacción, el cerebro registra cómo está el cuerpo y comienza a pensar como sentimos, lo que a su vez, fabrica más sustancias químicas que nos hacen sentir como pensamos, y pensar como sentimos, quedando atrapados en el ciclo de pensar y sentir, entre el cerebro y el cuerpo. (J. Dispenza)

 

Creamos así una manera de ser, los sentimientos se convierten en nuestro modo de pensar y quedamos atrapados en un ciclo donde el cuerpo literalmente, piensa por nosotros.

 

Si mis pensamientos crean estas sustancias químicas, que me hacen sentir  y comportarme de esta manera, tendré que cambiar mi forma de pensar.

 

Podemos tomar un rol más protagónico cuando notamos que estamos con determinado estado de ánimo.  Somos responsables (no culpables), no somos víctimas de las circunstancias, sino que podemos modificar nuestros estados de ánimo.

 

§  Una de las primeras cosas que hacemos en la vida es utilizar la tensión de los músculos, para interrumpir las sensaciones que no nos gustan, sin darnos cuenta, que de esta manera la sensación no desaparece, sino que lo que sucede es que su señal ya no llega al cerebro, el “canal” está ocupado por la señal de tensión muscular.  Entonces, tenemos que seguir manteniendo esta tensión para mantener la emoción apartada de la consciencia, así la tensión, se torna habitual y ya no nos damos cuenta de ella, se cronifica, y llega a formar parte de nosotros, determinando nuestra postura, manera de movernos, etc. La carga energética y química, continúa en el cuerpo, sin poder circular para informar y transformarse en otra cosa, poder fluir.  De esta manera no sabemos lo que la emoción tenía para decirnos, y al no estar conscientes de ello, no podemos actuar en consecuencia.

 

El cuerpo debe esforzarse cada vez más y recurrir a registros más fuertes para llamarnos la atención y puede llegar hasta las enfermedades.

Además, las emociones retenidas en el cuerpo, hacen que atraigamos una y otra vez situaciones en las que estas emociones estén justificadas (ya hemos visto la adicción a los estados emocionales).

Tengamos en cuenta que nuestro sistema nervioso crea y mantiene estos patrones de tensión para “protegernos”, asegurarnos la supervivencia (tienen una intensión positiva, un beneficio secundario..).

 

El organismo sabe que con esta conducta puede sobrevivir a pesar que, en otro nivel entendamos que dicha conducta nos hace daño (ej. es el caso de las adicciones).

 

§  No se puede controlar conscientemente la aparición de las emociones, pero  podemos aprender a gestionarlas saludablemente una vez que aparecen.

 

 

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