Atención Plena- Observar los juicios de la mente

 

La Atención Plena se cultiva asumiendo la postura de testigos imparciales de nuestra propia experiencia. El hacerlo requiere que tomemos conciencia del constante flujo de juicios  y de reacciones a experiencias tanto internas, como externas, en las que por lo general, nos vemos atrapados, y aprendamos a salir de ellos. Cuando empezamos a practicar el prestar atención a la actividad de nuestra propia mente, es corriente que descubramos y nos sorprenda el hecho de que constantemente generemos juicios sobre nuestras experiencias. 

 

La mente categoriza y etiqueta casi todo lo que vemos. Reaccionamos a todo lo que experimentamos en términos de qué valor creemos que tiene para nosotros. 

Algunas cosas, personas y acontecimientos son juzgados como “buenos”, porque por alguna razón, hace que nos sintamos bien. Otros son condenados con la misma celeridad, porque no creemos que tengan demasiada importancia. Las cosas, personas y sucesos neutros, son  desintonizados casi por completo de nuestra conciencia. Por  regla general, no les concedemos atención por considerarlos demasiados aburridos.  

 

Esta costumbre de categorizar y de juzgar nuestra experiencia, nos limita a reacciones mecánicas de las que, ni siquiera nos damos cuenta, y que a menudo, carecen totalmente de base objetiva. Esos juicios tienen tendencia a dominar nuestras mentes y nos hacen difícil encontrar la paz en nuestro interior. Es como si la mente fuese un yo-yo y subiese y bajase todo el día por el bramante de nuestras propias ideas enjuiciadoras.  

No tenemos más que observar lo que nos preocupa gustar o no gustar, durante, por ej. un periodo de 10 min mientras trabajamos. 

  

Si hemos de hallar una forma más eficaz de manejar el estrés de nuestras vidas, lo primero que necesitamos es la toma de conciencia de esos juicios automáticos, para ver a través de nuestros prejuicios y temores y liberarnos de su tiranía.  

Al practicar la Atención Plena, es importante reconocer cuando haga su aparición, esta cualidad mental enjuiciadora, así como asumir intencionadamente la postura de testigo imparcial, recordándonos a nosotros mismos que  lo único que tenemos que hacer es observar. Cuando nos encontremos con que la mente enjuicia, no debemos hacer que deje de hacerlo.  Todo lo que necesitamos es darnos cuenta de lo que sucede. No hay ninguna necesidad de juzgar los juicios, y de complicarnos más las cosas.  

 

Al meditar, reconocemos cuando aparece esta actividad mental enjuiciadora, entonces  suspendemos el juicio y observamos la realidad con ecuanimidad, y si surgen juicios mentales, no necesitamos juzgar los juicios, sino que también los observamos sin identificarnos con ellos, sin juzgarlos. Ej. estamos observando la respiración, y nuestra mente dice “esto es un aburrimiento”, “esto no funcionará”, “no puedo hacer esto”…entonces observamos este juicio, sin identificarnos con él.  

Como consecuencia, se trata de ceder, soltar, incluso las cosas que nos resultan positivas, a las cuales tendemos a apegarnos, hay que tener presente la impermanencia  en el mundo físico de las cosas, todo tiene un momento en que aparece, dura un cierto tiempo y luego desaparece. Cuando las cosas pasan y nos son “arrebatadas”, esto nos produce sufrimiento, por la identificación que teníamos con ellas. Cuando hay apego, hay sufrimiento, y cuando hay sufrimiento significa  que hay apego. 

 

La actitud al meditar es soltar, dejar que las cosas pasen, tanto las que llamamos positivas, como las negativas. Esto mismo lo hacemos cuando vamos a dormir, dejamos que las cosas pasen, sin darnos cuenta, sólo cuando dejamos ir, cuando soltamos, es cuando podemos dormirnos, si no soltamos y seguimos preocupándonos, no nos podemos dormir y aparece el insomnio. 

  

Dicen que en la India hay una forma inteligente de cazar monos, y es que los cazadores recortan en un coco, un agujero lo suficientemente grande como para que el mono pueda meter la mano, después perforan por el otro extremo dos agujeros pequeños y pasan por ello un alambre que atan a un árbol, el mono baja mete la mano en el coco para tomar un plátano que los cazadores introdujeron en su interior, el agujero tiene un tamaño que la mano del mono abierta pasa, pero con el puño cerrado no puede pasar, quedando atrapado al no querer ceder, no querer soltar el plátano. 

 

Con frecuencia, y a pesar de nuestra inteligencia, nuestra mente nos juega pasadas parecidas, por lo cual es importante la práctica de soltar. Cuando comenzamos a practicar la Atención Plena, nos damos cuenta que nuestra mente quiere adherirse a determinadas ideas o sensaciones, si son agradables, intentamos prolongarlas, estirarlas, y convocarlas una y otra vez, existen ideas y experiencias que tratamos de evitar, o intentamos liberarnos o protegernos porque son desagradables, dolorosas o porque nos dan miedo. 

Cuando nos vemos juzgando nuestra experiencia, dejemos que esas ideas se vayan, las reconocemos y las dejamos en paz, solo permanecemos alertas.

  

La actitud de soltar es básica para profundizar en la calma meditativa. La mente, solo se tranquiliza, cuando puede concentrarse en algo (por ej. en la respiración), sin tener que luchar contra los fantasmas que normalmente la acechan y que tienen que ver con el afán de ganar siempre y conseguir que el mundo se comporte a su antojo. 

 

La meditación es un proceso natural de llegar al descanso y requiere que uno se quite del medio por completo, la meditación profunda, solo ocurre cuando realmente uno suelta, se abandona. Ajahn Brahm  

 

Y no se trata solo de desprenderse del apego a las cosas, sino también, y sobre todo, de desligarse de “quien” se apega, o sea del ego/personalidad. 

 

El verdadero final del camino de soltar, es despojarse del propio ego/personalidad. Así, ya no queda nadie que pueda aferrarse a nada.

 

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