** La aceptación es en presente, es lo que hay aquí y ahora, no es aceptar en un futuro. A veces, la palabra aceptación, causa rechazo cuando se le explica a alguien que comienza a meditar, pues parece algo incompatible con el estado de “consciencia egoico” en que, habitualmente nos encontramos.
Se trata de ver las cosas como son en el presente, tengo dolor de cabeza, y acepto que lo tengo, si tengo unos kilos de más, aceptarlos como una descripción de mi cuerpo en este momento.
Antes o después, tendremos que adaptarnos a las cosas como son y aceptarlas, ya se trate de un diagnóstico de una enfermedad, de la muerte de alguien querido, etc.
En el día a día, perdemos tiempo y energías negando o resistiendo lo que ocurre, en especial si es algo doloroso para nosotros, y generalmente, llegamos a la aceptación, luego de haber pasado por períodos de negación muy emotivos, y a continuación de ira.
Estas etapas constituyen el avance natural en el proceso de adaptarnos a lo que sea y forman parte del proceso de sanación.
Sin embargo, y dejando de lado el proceso de grandes calamidades, que por lo general absorben tanto tiempo antes de sanar, en el transcurso del día a día, desperdiciamos una gran cantidad de energía negándonos a lo que constituye ya un hecho, y resistiéndonos a él.
Lo que hacemos, básicamente es intentar forzar las situaciones para que sean como nos gustaría que fueran, con lo cual generamos más tensión, y esto impide que se produzcan cambios positivos. Podemos estar tan ocupados negando, forzando y luchando, que no nos queden casi energías para sanar y crecer, y que las pocas que nos queden puedan desvanecerse por nuestra falta de conciencia e intensión.
En vez si cultivamos la aceptación, que este es el único instante que tenemos, y podemos aceptarnos, antes que se produzca el cambio de la situación (perder peso, recuperar salud….), creamos las condiciones que nos ayudan a la sanación.
** Aceptar no significa resignarse a lo que está ocurriendo, no significa que nos guste todo lo que está ocurriendo, no es renunciar a cambiar cosas, ni que tengamos que adoptar una actitud pasiva hacia todo y abandonar nuestros principios y valores, no implica que debamos cesar en nuestros intentos de romper con nuestras propias costumbres autodestructivas, ni darnos por vencidos en nuestro deseo de cambiar y crecer, ni tampoco significa tolerar la injusticia.
La aceptación quiere decir simplemente que, hemos llegado a la voluntad de ver las cosas como son. Esta actitud, prepara el escenario para que, pase lo que pase, podamos actuar de manera adecuada en nuestra vida.
Lo más probable es que seamos nosotros mismos quienes sepamos qué es lo mejor para hacer, y tengamos la convicción interna de actuar cuando contemos con una visión clara de lo que ocurre, en vez de hacerlo cuando nuestra vista esté nublada por los juicios y deseos autoserviciales de nuestra mente, o por sus temores y prejuicios.
En la práctica de la meditación, cultivamos la aceptación tomando cada momento como nos llega y estando llenos con él, tal y como es. Intentamos no imponer nuestras ideas sobre cómo deberíamos sentir, o pensar, o ver en nuestra experiencia, más bien nos mostrarnos receptivos y abiertos a lo que sintamos, pensemos o veamos, y lo aceptamos porque está aquí y ahora.
Si mantenemos nuestra atención centrada en el presente, podemos estar seguros de que:
sea lo que sea que tengamos delante en este momento, cambiará y nos proporcionará la ocasión de practicar la aceptación, con independencia de lo que vaya a surgirnos en el momento siguiente.
Hay sabiduría en el cultivo de la aceptación.
** Aceptar es lo contrario a ofrecer resistencia. Cuando algo no sale como esperábamos, nos disgusta, reaccionamos oponiéndonos a ello, nos resistimos, generalmente, recurriendo a distintos mecanismos psicológicos, el más frecuente es evitándolo, que puede adquirir varias formas, desde la negación (ignoramos o pretendemos ignorar lo sucedido), la proyección, la racionalización, la represión de los sentimientos, de esta manera nos oponemos a lo que es, en el presente, y puesto que ya es, es una locura, un absurdo negarlo.
En definitiva lo que intentamos es no hacernos plenamente conscientes del acontecimiento doloroso o incómodo. Si no empleamos la evitación como mecanismo de defensa (en muchas ocasiones es imposible, pues los hechos son contundentes), surge en nosotros la resistencia, en forma evidente, como una oposición clara y frontal a la realidad, naciendo en nuestro interior un sentimiento de rechazo, de rabia, de asco o indignación.
El origen del rechazo es algo natural, todos los seres vivos intentan evitar lo que les hace daño y acercarse a lo que les favorece. Surge el problema cuando lo que nos disgusta es inevitable y, no queda otra que afrontarlo y ahí es donde la resistencia nos trae más problemas.
Resistencia
Hay dos consecuencias muy importantes que se derivan de la resistencia y que resultan “negativas”:
** Sufrimiento añadido: en la vida hay situaciones dolorosas (accidentes, enfermedades, pérdidas, etc.) inevitables que forman parte del vivir, y que al ofrecer resistencia, lo que hacemos es aumentar ese dolor, agregar un sufrimiento psicológico a lo que ya de por sí es doloroso, ese sufrimiento añadido, puede ser evitado mediante la aceptación.
Ejemplo, en el caso del insomnio, no podemos dormir por alguna preocupación, nos sentimos ansiosos por el hecho mismo de no dormirnos, así aumenta la intranquilidad, y se crea un círculo vicioso y cada vez cuesta más poder conciliar el sueño. La preocupación y el insomnio iniciales, son el “primer sufrimiento”, el incremento de la ansiedad y el agravamiento del insomnio, serían el segundo “sufrimiento”.
** La resistencia nos quita energía, esta es la segunda consecuencia nefasta, aunque su finalidad original era remover el obstáculo, en la práctica, al ser este inamovible, lo que hace la resistencia, es todo lo contrario, la imposibilidad de encontrar una solución adecuada a la situación desagradable que la provocó.
Y esto sucede por dos vías:
1- porque nos impide ver con claridad el conjunto de la situación para poder responder adecuadamente a la situación, porque la resistencia es un movimiento emocional que nos quita la calma y la lucidez (no siempre, pero en la mayoría de las veces, nos turba el entendimiento), y en esa tormenta emocional, nos dificulta ver la solución adecuada, demorándose innecesariamente su descubrimiento.
2- Y aunque el remedio se atisba, la movida emocional, impide ponerlo en práctica, la energía disponible se malgasta en el conflicto interno, en la resistencia, en lugar de encausarse en la acción correcta que podría aliviar la situación problemática.
O sea que, la resistencia, no solo incrementa el sufrimiento, sino que nos dificulta el encuentro y la puesta en marcha de la solución inteligente del problema.
Si no oponemos resistencia, surge la aceptación.
Aceptación:
Es sinónimo de “Reconocer la realidad” – “Decir sí a lo que está pasando” – “Permitir que las cosas sean como son” – “Alinearnos con la realidad” – “Sintonizar con lo que es” –
1- La aceptación abarca: los acontecimientos externos y también lo que sucede dentro de nosotros: pensamientos, emociones, sentimientos, que surgen como respuesta a los hechos que hay que aceptar.
2- La aceptación se puede dar:
** De manera brusca, rápida, cuando la aceptación es total, radical, es cuando se produce la rendición, cuando la resistencia se derrumba de manera repentina y se produce una aceptación total, muchas veces tras un periodo de encarnizada resistencia, y abrumado por la inevitabilidad del hecho que se resiste a aceptar, la persona, acaba rindiéndose del todo. Un ejemplo de esta actitud lo expresan las palabras de Jesucristo: “Padre no se haga mi voluntad, sino la tuya” – Jesucristo. (no es la manera más habitual).
En este caso, el individuo pasa rápidamente de un estado de desesperación, a uno de serenidad, de un estado de conciencia a otro, y esa puerta al estado de conciencia llamado Presencia, es la aceptación; y cuando la aceptación es total, es fácil pasar esa puerta con celeridad, rápidamente. El sufrimiento cesa y podemos sentirnos en sintonía con lo que es, en armonía con la vida, en contacto con nuestro verdadero ser.
** De manera gradual, la aceptación no suele darse de manera radical, sino que lo más habitual es que se desarrolle en el tiempo, y según C. Germer (2009) clasifica al proceso en cinco fases o estadios, que pueden verse claramente en la psicoterapia o a lo largo de un proceso de duelo por la muerte de un ser querido:
1- Resistencia: se comienza por el rechazo, resistencia, evitación o aversión hacia los acontecimientos que nos han hecho daño.
2- Curiosidad: uno comienza a interesarse por lo sucedido, por el malestar y por cómo estamos reaccionando.
3- Tolerancia: entrar en contacto con el hecho doloroso, sin sufrir demasiado daño psicológico, ser capaces de tolerar el malestar, sin ser abrumados por el (a veces, en esta fase se puede ayudar incluso hasta con fármacos).
4- Permitir: que los sentimientos vayan y vengan permitir los altibajos del estado de ánimo, que a veces se opone a lo ocurrido y otras lo acepta. Fases de tranquilidad se alternan con otras de dolor, y hay que permitir tanto unas como otras (esto suele ocurrir en el duelo).
5- Reconciliación: con los hechos, alinearse con la realidad, aceptar lo ocurrido, e incluso ver aspectos positivos para el futuro con lo que ha pasado.
Lo más frecuente es que la aceptación sea un proceso más o menos largo, y que ciertos acontecimientos de nuestras vidas, nos cuesten asimilar.
La aceptación significa en definitiva, permitir que las cosas sean como son y esto exige muchas veces, que abandonemos que habíamos concebido para el futuro y que nos desliguemos de los vínculos afectivos que nos unen a cosas o personas, y para ello, hay que aprender a soltar, a desprenderse, a ceder.
Aceptación:
“…darnos cuenta de que tenemos exactamente lo que necesitamos, de que lo que ya tenemos está bien. Cada momento posee una enorme cantidad de energía y podemos conectar con ella.”
Pema Chödrön
Del curso Introduccion al Mindfulness
www.centroelim.org