Autoconocimiento: comprendiendo el enojo

 

Como todas las emociones, el enojo, una vez descargada su química y tranquilizado el sistema,   nos da información, podemos utilizarla para  autoconocernos,  dándonos claridad de como funcionamos internamente, qué necesidades tenemos, qué situaciones la activan, qué creencias tenemos internalizadas que hacen que interpretemos la situación de tal manera que nos produzca ira o enojo, ya que, además de los muchos factores que nos pueden producir el enojo, el más importante, y sobre el que si podemos hacer algo,  es en el  cómo interpretamos la situación.

 

Independientemente de qué es lo que sucede, la interpretación que hacemos del acontecimiento,  puede intensificar o disminuir el enojo para poder emprender una acción resolutiva. Esa interpretación que hacemos se basa en programas inconscientes, creencias profundas, que conviene revisar y cambiar, si queremos una vida saludable.

 

Además, cuando aprendemos a conocer lo que funciona en nosotros, y aprendemos a gestionar las emociones, al desarrollar una inteligencia emocional, entonces nos es más fácil poder “ver” en el otro, poder empatizar con lo que le pasa al otro, con sus necesidades.

 

Cuando comprendemos que funcionamos por programaciones tempranas, por condicionamientos, por mecanismos de reacción,  por heridas sin resolver de esa parte infantil nuestra…entonces podemos aprovechar lo que está sucediendo para integrar partes nuestras y sanar.

 

Lo primero es  ser conscientes de lo que es inconsciente, aprender a estar Presentes en cada momento para observar esos mecanismos y hacer consciente estas programaciones-creencias que los disparan, dejando de acusar al otro, que solo hace lo que sabe y puede, condicionado también por sus creencias y carencias no resueltas. Esto no significa justificarlo y no expresar o hacer lo que consideremos oportuno, utilizando la energía del enojo para resolver lo que está sucediendo…  

 

 

Aprender a gestionar el enojo, es todo un tema, aprender a que cuando surge, sea un enojo que construye en vez de desestabilizarnos, es una tarea que requiere practica y compromiso interno.

 

 

De ahí la importancia en  desarrollar la atención de manera que pueda darme cuenta cuales son los “botones” que al presionarlos hacen que me  enoje, para que ese enojo no salga de manera impulsiva, para poder manejarlo conscientemente, liberando la energía si es necesario y aprendiendo a comunicarme asertivamente para expresar mis necesidades.

 

A medida que te haces responsable de ti, y que vayas siendo consciente de tu funcionamiento,  que vayas soltando las creencias que son tóxicas, que ya no suman a tu vida, tu visión de los acontecimientos cambiara, y cada vez reaccionaras menos antes los hechos, cada vez habrá menos cosas que te enojen, por comprensión, y no por represión o negación…

 

Comenzarás a dejar de tomarte los hechos como algo que “te hacen a ti”, dejaras de querer controlar la situación para que el otro diga o haga según tu punto de vista y tus necesidades insatisfechas, y al no culpar al afuera de lo que te pasa, podrás hacerte cargo de ti mismo, enfocarte en satisfacer tus necesidades, sintiéndote más seguro  internamente al no ceder el  “poder” al otro.

 

 

En tu interior decides tú, nadie puede lastimarte, si tú no lo permites. La otra persona es un espejo que refleja lo que tú te haces a ti mismo consciente o inconscientemente, de ahí que el autoconocimiento, y el hacerte de herramientas, te ayuda a aprender a amarte y cuidarte, dejando de depender de lo que haga o diga el otro.  

  

Ahora, cuando surge el enojo, que puedo hacer?

 

 Si no es sano reprimir (ni suprimir, ni negarlo) pues queda una química en el cuerpo que daña la salud, y el cuerpo se coloca en estado de alerta, tenso y preparado para luchar o hacer algo con esa energía/química;

si tampoco es sano actuar desde el enojo sobre el otro (reaccionando), explotando, o descargándolo de manera impulsiva, destructiva, violenta: ya sea verbal, como gritar, insultar, amenazar, pegar, tirar del cabello, etc., sea descargándolo mediante una violencia invisible:  burla, sarcasmo, o tirando objetos, rompiendo cosas, amenazas suicidas,  queriendo tener la razón, a veces incluso con ánimo de castigar al otro por lo que “me hizo”, todas estas maneras que me colocan en un “papel de víctima”, de ser  “el bueno”….

 

 que puedo hacer entonces?

Para poder llegar a una expresión sana del  enojo, he de dejar de buscar culpables y hacerme responsable de lo que ocurre en mí. La persona que es responsable de sus actos, toma responsabilidad sobre su vida, actúa por sus propias convicciones, no por reacción o según como los demás actúen con ella, y si ha agredido a alguien, tiene también responsabilidad sobre ese hecho, si bien lo hizo  como supo o pudo, eso la libera de culpa, pero no  la libera de ser responsable y poder actuar sobre ello, sea rectificando, disculpándose…

Ante una situación  que me enoja:  

  1.  Lo primero es Aceptar que estoy enojado, reconocerlo en mi interior, sin justificarme, sin rechazar esta emoción, teniendo en cuenta que es un “mensajero”, que hay una información en esta emoción, y he de aprender a escucharlo.
  2.  Tomarse un espacio para  calmarse. Que quiero hacer con ese enojo, como puedo descargarlo de manera saludable (depende la intensidad del enojo, respirar, golpear un cojín, correr, gritar, ejercicio intenso, escribir…).
  3. Observar que es lo que  motiva mi enojo, que me digo ante la situación (cuál es el dialogo interno), que creencias tengo, que proyecciones estoy haciendo, que siento, que impacto tiene en mi lo que hizo el otro, que herida se activa en mí,  que necesidades tengo (que me respeten, que me valoren, que se me escuche, que me reconozcan,  necesidad de poner un límite ante algo que considero abusivo, etc.)
  4.  Como puedo comunicar al otro “lo que siento” ante su actuación y no lo que “el otro es”. Comunicarme sin herir, ni culpar, ni menospreciar, ni descalificar.  No es lo mismo decirle al otro me he sentido engañado, a decirle eres un mentiroso (sea o no verdad), pues el expresar desde mi sentir abre la posibilidad del dialogo y buscar una posible solución. En el acto de comunicar, ya estoy haciendo una descarga, no física, pero si emocional, que ayuda a afirmarme, a fortalecerme e integrarme al asumir lo que siento. Es importante plantear el tema del momento y no traer viejas situaciones pendientes. También es importante, si quiero preservar la relación, no dar golpes bajos, no herir donde más le duele (esto se suele dar cuanto más cercano es el vínculo).

     

  5.  Además de expresar con claridad  desde mi sentir y mi necesidad,  cuál es el comportamiento del otro que me afecta, conviene comunicar que deseo o necesito al respecto, hacer una propuesta para reparar la situación y que no se repita en el futuro. 

De esta manera,  le doy  al otro la oportunidad de poder rectificar, si es necesario, disculparse o exponer su postura.

Hemos de considerar la posibilidad  que la otra persona, puede no actuar como quisiéramos, o esperáramos, pero al menos hemos hecho lo mejor que supimos para intentar preservar el vínculo, intentando una comunicación empática.

Esta manera de comunicar tiene más posibilidades que la otra persona nos tenga en cuenta, al no evaluarla negativamente.

 

Esto es difícil, en especial en las relaciones íntimas, pues tenemos en general la tendencia de en vez de comunicarnos desde nuestras partes más maduras, hacerlo desde lo más infantil, desde las heridas no resueltas.

  

Es saludable luego de la comunicación, cerrar el tema.

 

El modo maduro de gestionar el enojo, es abriendo el tema conflictivo, poder elaborarlo entre las partes implicadas y poder luego cerrarlo., pues de lo contrario, es algo inconcluso que saldrá una y otra vez, o bien se vive en un clima tenso, que puede generar más agresión, una reacción  desproporcionada ante otras situaciones;  por el contrario, el hecho de abordarlo, trae claridad a la relación y la hace más profunda, más fuerte y  sólida, genera confianza y verdadera intimidad en la relación.

  

Enojo, ira y odio, son lo mismo?

 

Se trata de la misma emoción, en diferentes grados de intensidad. El enojo suele ser de grado menos intenso, la ira una forma intermedia y el odio, la forma más intensa y destructiva. Los límites entre estos grados de  emociones, son difusos por lo que se puede pasar de un estado a otro fácilmente, entonces conviene no quedarse en los nombres, sino en la emoción cruda y en su proceso de resolución. 

 

 

Expresión del enojo de manera saludable

 

Para preservar la salud física y mental, es indispensable saber que podemos hacer con la energía del enojo, una vez se ha movilizado, una vez sentimos esa química en el cuerpo, ya que poder expresarla, sacarla de alguna manera, nos libera para poder luego ver con más claridad la situación y gestionarla de la mejor manera posible. Cuando el enojo no  se gestiona y se cronifica, se convierte en resentimiento.

 

Enojarse no es pelearse, en esencia el enojo es un intenso desacuerdo que en la mayoría de los casos implica que hay un problema a resolver. Aunque en algunas situaciones, existe pelea, ej. Alguien que se arroja sobre ti para robarte y te golpea, y te defiendes peleando (se trata de casos extremos).

A veces la persona tiene la tendencia a enojarse y pelearse, cuando la persona tiene la tendencia a  esta distorsión, le puede resultar muy útil  que se  plantee al enojarse: ¿que tiene que ocurrir para que el enojo cese lo antes posible? ¿Cómo puede arreglarse esto?

 

El enojo en su esencia misma, está diseñado para ser transitorio, por lo tanto cumple su función cuando arbitra los medios para iniciar el camino de su propia cesación.

 

Tengamos en cuenta, que al igual que el cuerpo genera toxinas físicas al asimilar los alimentos, y necesita su descarga, también esto sucede cuando movilizamos emociones, se requiere una descarga de la tensión que la química genera en el cuerpo.

Cuando la persona no cuenta con los recursos para expresar el enojo, la sobrecarga de la energía y la química del enojo, desorganiza  el sistema y la persona vive confusión y desesperación, impotencia.

 

Aprender a utilizar bien el enojo es hacerse de recursos que permitan encauzar el remanente de energía hacia la solución del problema que hace que se sienta enojado.

 

 

 Maneras sanas de   expresar el enojo:

 

·        Conviene buscar un lugar adecuado, privado, donde podemos optar por una descarga física: golpear un cojín, conectados con el enojo, golpear con una raqueta sobre la cama, realizar alguna actividad física como correr, gritar,  jugar algún deporte competitivo, etc. con la consigna que estoy liberando el exceso de química del enojo.

 

·    Otra opción, es retirarme de la situación que me enoja, poner una distancia de la persona, hasta la mente se despeje, no por el hecho de castigar al otro, sino con la intensión que las aguas se tranquilicen para poder luego, iniciar una gestión apropiada y lograr comunicar lo que me sucede.

 

·       Puedo escribir una carta expresando el enojo, sin juicios, que luego no enviare.

 

·    También puedo contener esa energía del enojo, retenerla, no por represión, sino como un acto de maduración y lucidez hasta que me sienta en condiciones de poder darle salida de una manera más madura, viendo cual es el momento más oportuno para expresarlo. Esto requiere de práctica y un estado de presencia, sin negar lo que está sucediendo en mi interior, dándome cuenta que soy la conciencia sosteniendo esta parte enojada.

 

·         Puntualmente, hay casos donde lo que ocurrió es de tal magnitud, que la persona no quiera ver más a quien lo enojo, pues los sucesos ponen en evidencia rasgos incompatibles con la noción de la amistad, pareja, etc., es una decisión que forma parte de nuestra libertad y se da en una ocasión puntual.

 

·         Luego, en un estadio evolutivo que no es tan frecuente,  hay una manera de retención definitiva, donde la persona, decide  conscientemente  no expresarlo, pues considera  que no es conveniente hacerlo, y el inconsciente se encarga de metabolizarlo dándole a la persona mayor amplitud de conciencia y por comprensión darse el perdón, el cual no es una decisión como a veces se cree, sino un acto de madurez y comprensión profunda, donde nos damos cuenta que en realidad, no hay nada que perdonar pues cada uno funciona según sus programaciones inconscientes y ya no hay carga de energía del enojo en su sistema que perturbe la percepción.

 

En la medida en que uno  aprende a gestionar el enojo, adquiere madurez e independencia, con lo cual su visión   cambia:

 

el otro es el otro y está más allá del  modelo que yo tenga acerca de él, por lo tanto, le reconozco el derecho de actuar como actúa. Eso no significa que quede sometido e indefenso ante él.

Si estoy en desacuerdo con lo que hace, se lo expresaré con claridad y firmeza y le haré las propuestas o demandas que crea necesarias. Pero también sé que allí termina mi actuación.

Acepto como  posibilidades que él pueda responder por si o por no, ante mi petición, y en función de esto, veré que es lo que hago.

Estar en condiciones psicológicas de admitir el sí o el no del otro, es la  clave que permite pasar de la manipulación para crear culpa, al desacuerdo abierto.

 

Si el enojo es conmigo mismo, indagaré con que aspecto mío estoy enojado, si es con mi aspecto inseguro, temeroso, etc., y una vez identificado, el procedimiento es igual que cuando se trata del enojo con  otra persona. En este caso los protagonistas son interiores, y la resolución le llega a ambas partes por igual, que no suele ocurrir cuando el enojo es con otra persona, ya que el otro tiene sus tiempos y pueden ser muy diferentes a los míos.

 

 

Relación entre el enojo y el miedo

  En ambas emociones, hay algo que se vive como amenazador, sea para la identidad o como para algún deseo particular. Según la relación de proporción que exista entre la magnitud de la amenaza  y los recursos con que se cuenta para resolverla, se activara el miedo o el enojo. Ejemplo, si un mosquito te zumba en el oído persistentemente y molesta mucho, se puede reaccionar con enojo; pero si se trata de un león suelto que nos cruzamos por la calle, la respuesta será miedo.

 

Cuando  he aprendido a enojarme, es decir, si he aprendido a utilizar la energía del enojo para resolver el desacuerdo que me lo provoca, entonces no importa dónde está, ni quién es el que hace que me enoje, lo que importa es que efectivamente implemente la función resolutiva del enojo.

Y si aún no he aprendido a enojarme bien, la tarea prioritaria es aprender a hacerlo.

 

 Fuente consultada: Norbeto Levy

 

 

       

 

Juana Ma. Martínez Camacho

Terapeuta especialista en procesos de transformación interior 

  

 

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