"El gusano de seda se pasa la vida comiendo y engordando y no sabe para qué. Un día siente la necesidad de encerrarse en sí mismo y construye una celda con el producto de su esfuerzo, se
aísla y no sabe para qué. Un día siente la necesidad de salir de su encierro y, al salir, cree que el mundo ha cambiado y no sabe por qué. Sin embargo, si tuviera un espejo delante sabría en ese
momento todos los porqués."
Este cuento es una alegoría perfecta que refleja que la vida es un proceso de transformación en el que todos los acontecimientos fluyen de forma permanente y cómo cada
cosa que nos sucede tiene un significado, un porqué, aunque no logremos en ese instante vislumbrarlo.
Algo que corrobora fehacientemente nuestro propio cuerpo en el que cada cierto tiempo se regeneran sus células hasta el punto de que cada siete años todo el organismo es prácticamente nuevo. Ni una sola célula sobrevive a ese plazo salvo las neuronas...; o, al menos, así se creía hasta ahora porque también ese convencimiento empieza a ponerse en entredicho. Como cambian con los años nuestro carácter, nuestras formas de pensar o nuestras actitudes.
Ahora bien, hay un aspecto que nos cuesta mucho más modificar: las creencias. Algo por lo general tan profundamente arraigado en nosotros que se produce casi siempre una fuerte resistencia
cuando alguien o algo las pone en cuestión. Resistencia que supone, precisamente, una de las mayores dificultades del ser humano para crecer interiormente.
Y es que no somos conscientes de la tremenda programación a la que hemos sido sometidos desde que nacimos, primero por nuestros padres y luego por los maestros en la escuela, el ambiente y
la sociedad en la que hemos vivido. Al punto de que las respuestas que damos ahora, como seres adultos, están completamente condicionadas por todo ese bagaje de creencias impuestas.
Creencias tan arraigadas que condicionan por completo nuestra visión de las cosas, nuestros gustos, nuestras percepciones emocionales y psicológicas, y, en suma, nuestra personalidad. Sin
embargo, es sólo confrontando nuestras creencias con otras, replanteándonos lo que siempre hemos creído, como podemos avanzar, como podemos percibir otras realidades, como podemos evolucionar y
crecer como personas. Única forma de poder realizar una transformación consciente. Transformación que sólo requiere una herramienta, el libre albedrío, imprescindible en el camino evolutivo y que
nos faculta para elegir -en todos los ámbitos-, al margen de condicionamientos o creencias.
Y ahí radica la mayor dificultad. Porque "creer" es asumir como ciertas las informaciones recibidas por distintas vías sobre un tema para, inmediatamente, convertirse en verdades.
Es decir, las creencias, en general, están exentas de lógica y suelen asentarse en el inconsciente colectivo hasta que son sustituidas por otras con mayor carga racional. En ese sentido,
vienen a conformar una especie de plantillas o esquemas mentales a través de las cuales discurren nuestros pensamientos y vemos la realidad. Por eso cuando cambiamos el esquema mental, es decir,
cuando modificamos la "plantilla", cambia inmediatamente la realidad de la persona.
Namaste
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