Las emociones son procesos químicos y energéticos que ocupan un lugar en el cuerpo, aunque muchos no se den cuenta, vienen a darnos una información a cerca de nuestros deseos, nuestras necesidades, preferencias, inclinaciones, y de si estamos o no satisfaciéndolas, atendiéndolas; nos ayudan a autoconocernos.
Es muy importante aprender a gerenciarlas, gestionarlas, porque ello nos ayudará a crear una vida saludable; de lo contrario, si las dejamos que actúen por su cuenta, o si las reprimimos, las negamos como si no existieran, pueden provocar perturbaciones.
Las emociones surgen en base a programas mentales, creencias, maneras de interpretar los acontecimientos. Estos patrones, buscan la “felicidad”, huyendo del “dolor”.
Ya vimos como funcionamos por repetición de patrones mentales, sin ser conscientes de ellos muchas veces, patrones que fuimos grabando en los primeros años de vida y reforzando luego mediante las distintas experiencias que “confirmaban” esa forma de ver y actuar. Al basarse nuestras emociones en esos patrones, para desarrollar una inteligencia emocional, debemos reconocer y cambiar dichos patrones.
La inteligencia emocional, se basa en desarrollar la capacidad de manejar las emociones de manera eficaz, evitando respuestas descontroladas en situaciones de ira, provocación o miedo. Poder percibir nuestro estado afectivo sin dejarnos arrollar por él, para que no se enturbie la razón y podamos tomar las decisiones adecuadas.
Cuando éramos niños, mostrábamos lo que sentíamos espontáneamente, llorábamos cuando teníamos hambre, o cuando algo nos molestaba, gritábamos y mostrábamos nuestro miedo, cuando nos sentíamos contentos nos reíamos, etc.; pero luego, la educación, nos imponía reprimir las emociones para adaptarnos al modelo social, y poco a poco fuimos negando y reprimiendo emociones por no estar a la altura de ese modelo.
Cuando pensamos, fabricamos sustancias químicas, si nuestros pensamientos son “buenos”, elevados, felices, fabricamos sustancias químicas que nos hacen sentir bien; por el contrario, si nuestros pensamientos son “negativos”, de inseguridad, miedo, etc. fabricamos sustancias que nos harán sentir mal.
Cada sustancia que se libera en el cerebro, es un mensaje que alimenta al cuerpo físico, el que se empieza a sentir tal y como pensamos, cuando sucede esto, hay una interacción, el cerebro registra cómo está el cuerpo y comienza a pensar como sentimos, lo que a su vez, fabrica más sustancias químicas que nos hacen sentir como pensamos, y pensar como sentimos, quedando atrapados en el ciclo de pensar y sentir, entre el cerebro y el cuerpo (explica Joe Dispensa-Tu cerebro Inmortal).
Creamos así una manera de ser, los sentimientos se convierten en nuestro modo de pensar y quedamos atrapados en un ciclo donde el cuerpo literalmente, piensa por nosotros.
Si mis pensamientos crean estas sustancias químicas, que me hacen sentir y comportarme de esta manera, tendré que cambiar mi forma de pensar. Hace falta propósito y voluntad para interrumpir el proceso del pensamiento, cambiando la química interna, reinventándose a si mismo.
Una de las primeras cosas que hacemos en la vida es utilizar la tensión de los músculos, para interrumpir las sensaciones, las emociones que no nos gustan, sin darnos cuenta que, de esta manera, la sensación no desaparece, y además su señal ya no llega al cerebro, el “canal” está ocupado por la señal de tensión muscular. Luego, tenemos que seguir manteniendo esta tensión para mantener la emoción apartada de la consciencia, así la tensión, se torna habitual y ya no nos damos cuenta de ella, se cronifica, y llega a formar parte de nosotros, determinando nuestra postura, la manera de movernos, etc.
Al no escuchar el mensaje que la emoción tenía para decirnos, al no estar conscientes de ello, no podemos actuar en consecuencia. El cuerpo debe esforzarse cada vez más y recurrir a registros más fuertes para llamar nuestra atención, pudiendo llegar a desarrollarse enfermedades.
Por otro lado, las emociones retenidas en el cuerpo, hacen que atraigamos una y otra vez situaciones en las que estas emociones estén justificadas (ya hemos visto la adicción a los estados emocionales).
Tengamos en cuenta que nuestro sistema nervioso crea y mantiene estos patrones de tensión para “protegernos”, para asegurarnos la supervivencia.
Todo lo que nos sucede está inscripto, grabado en el cuerpo y en las redes: recibo el estímulo, luego lo revivo muchas veces al pensarlo, como si fuera real, reforzando la red. Si siento algo, es porque hice un juicio previo---
Cómo manejar las emociones en general
1- Respirar, aquietar, relajarse, si se trata de rabia, no actuar durante el estado, no tomar decisiones en “caliente”, tomarse un espacio, tiempo, (el famoso dicho: contar hasta diez…) y a veces es conveniente descargar físicamente el malestar que nos produce (de manera apropiada y sin agredir a nadie!).
2- Identificar, tomar consciencia de qué emoción estoy sintiendo, qué señales percibo a nivel físico y psicológico. No censurarlas, las emociones son mensajeras y deben expresarse saludablemente. Ver, de dónde viene esa emoción, qué me la produce, qué pensamientos tengo que me hacen sentir esa emoción, ir a la raíz.
3- Hacerme responsable de lo que siento, de la interpretación que le doy a lo que acontece y despierta esa emoción, aceptar y luego ver que puedo hacer, cambiar la manera de ver lo que ocurre, la manera de interpretarlo.
4- Si es posible, expresar nuestros sentimientos a la persona implicada, sin acusar, de buenas maneras y concretar qué es lo que nos ha afectado de su acción (sin pasar facturas antiguas), empatizando, intentando ponernos en su lugar para comprenderla; o bien poner por escrito o hablarlo con alguien de confianza.
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