Cuento "El Búho y la Lechuza"

 

  Un día de primavera, sobre las ramas de los árboles del bosque, una lechuza se encontró con un búho que era muy famoso por su sabiduría.

- ¿Adónde vas?, le preguntó el búho.

- Me estoy mudando al Este – respondió la lechuza

 

- ¿Por qué? – preguntó el búho.

- A lo que la lechuza contentó: “a la gente de aquí, no le gusta mi graznido, y por ello, sólo tengo problemas con los demás, por eso quiero irme a otro lugar”.

 

- El búho sabio contestó: “si quieres cambiar tu voz, estará muy bien. Pero aunque vayas al Este, dará lo mismo, porque a la gente de allí, tampoco le gustará. Acuérdate querida que, por más que cambies y sustituyas en el exterior, tu graznido te perseguirá, ya que:

                                  

             “LAS VERDADERAS CLAVES DEL CAMBIO ESTÁN EN TU INTERIOR.”

 

 “Donde quiera que vayas, ahí estás”.  

   No podemos escapar de nada. Las cosas, las situaciones,  a las que no queremos enfrentarnos, o que pretendemos huir de ellas, o disimular, o hacer como que no existen, nos persiguen, especialmente si tienen relación con antiguos patrones   y temores.

  Vivimos en la ilusión que si las cosas no funcionan bien, es suficiente con cambiar el rumbo, la dirección, y entonces, todo cambiará. Por ejemplo, si no nos satisface el trabajo, pensamos que solo cambiando de empleo se solucionará la insatisfacción, si tenemos conflictos con nuestra pareja, creemos que cambiando de pareja, ya está resuelto el problema; si lo que no nos gusta es a ciudad, pensamos que cambiando de sitio ya está solucionado el inconveniente, y así con todas las cosas, buscamos las soluciones cambiando el afuera, porque creemos que el problema está fuera de nosotros, culpamos al lugar, a las personas, al trabajo, a la pareja, a las circunstancias, y creemos que cambiándolas podemos volver a empezar y tener éxito.


  Es cierto que a veces conviene cambiar un trabajo, un lugar, que a veces las relaciones terminan, etc. , pero el inconveniente reside en que no se tiene en cuenta que nos llevamos con nosotros nuestra mente y nuestro corazón, además de lo que algunos denominan nuestro “karma”.

  Por mucho que lo intentemos, que huyamos, que lo neguemos, no podemos escapar de nosotros mismos. Y al realizar cualquier cambio “afuera” tarde o temprano, emergerán los mismos problemas, porque tienen que ver con patrones aprendidos y grabados muchos de ellos en la niñez, tiene que ver con nuestros condicionamientos, nuestra manera de ver, de pensar, de interactuar con el mundo.


  Muchas veces, nuestra vida “no funciona” porque no nos hacemos responsables ante el hecho que las cosas son como son y a partir de esa aceptación, trabajar con las dificultades; por muy problemática que sea la situación, no entendemos que es posible poder ver con claridad, comprender y llegar a transformar lo que hay en el aquí y ahora. Pero generalmente resulta más fácil y menos amenazador para nuestro ego proyectar nuestra responsabilidad ante los problemas en las otras personas y en el entorno, porque generalmente, resulta más fácil ver los “defectos” en los demás, culpabilizar al otro y creer que la solución es que se produzca un cambio en el exterior, huyendo de las fuerzas que nos retienen y que impiden que crezcamos y encontremos la felicidad.


  A veces, no culpamos al otro, sino que nos culpamos a nosotros mismos, y es otra manera de huir de nuestra responsabilidad, escapar pensando que el problema que hemos creado o el daño que hemos hecho no tiene solución, no se puede reparar.

  Pero tanto si culpamos al otro, como si nos culpamos a nosotros mismos, creemos que somos incapaces de cambiar de verdad, de crecer, y que debemos quitarnos de en medio para que los demás no sufran.


  Esta manera victimista de ver la vida, la podemos observar por todas partes, sólo basta con ver las relaciones rotas, gente que va de un trabajo al otro, de una relación a otra buscando la esperanza de una persona “adecuada”, un trabajo “ideal”, un lugar “adecuado”, el libro o el curso que solucionará el problema, o bien personas que se encierran en sí mismas, sintiéndose indignas de ser amadas, sintiéndose desesperadas e incluso dejando de buscar la paz interior.


  La verdadera solución está en observar el funcionamiento de la mente, darse cuenta de la manera de funcionar mecánica y condicionada de la mente y aprender a tomar distancia, a desindentificarse de patrones mentales que ya no son útiles, todo un trabajo interno de autoconocimiento, la herramienta que nos puede ayudar es la atención plena (la meditación), que nos permite tomar esa distancia interna y observar aceptando “lo que hay” y a partir de ahí utilizar el problema como una oportunidad de crecimiento, de ser más íntegros, teniendo en cuenta la transitoriedad de todo en esta vida, que “todo pasa”; que en la vida hay opuestos, que el dolor forma parte de la vida tanto como el placer, y no conviene huir de uno y perseguir el otro…

  Se trata de trabajar donde quiera que estemos, con lo que tengamos en el aquí y ahora, esto es lo que hay….este lugar, esta situación, este conflicto, este trabajo, hacer todo lo que esté a nuestro alcance por transformarnos a nosotros mismos antes de decidir cortar por lo sano y pasar a otra cosa.


  Tengamos en cuenta que siempre habrá algo que puede no gustarnos, entonces podríamos plantearnos ¿porqué no soltar y aceptar que también que podríamos estar cómodos dondequiera que estemos? En ese momento entramos en contacto con la esencia de nuestro ser e invitamos a la atención plena a entrar y a “curarnos”.

                                                           Inspirado en John Kabat Zinn

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