Mandalas

 

¿Qué es un mandala?

  El mandala es un Círculo Sagrado, símbolo de sanación, totalidad, unión, integración.

  Ha sido usado desde tiempos muy remotos hasta hoy por las tradiciones espirituales de todo el mundo.

  

  El caminar, danzar, contemplar, dibujar y pintar mandalas colabora a curar la sensación de fragmentación, división psíquica y espiritual, ayuda a expresar la creatividad y a reconectarnos con nuestro Ser esencial.


  Psicológicamente, los mandalas representan la totalidad de nuestro Ser. Es una herramienta de relajación que te ayuda a estabilizar, equilibrar las emociones, incrementar la energía cuando estas cansado o estresado.


  Cada persona responde a ellos instintivamente, sin importar su edad, raza, cultura, etc.

  El hecho de internarse en el mundo de los mandalas se asemeja a un viaje hacia nuestra esencia, permitiéndonos ver zonas del camino hasta entonces desconocidas, y que brote la sabiduría de nuestro interior.

  Nos ayuda a centrarnos cuando estamos dispersos o perdidos y a encontrar la calma.


  Los diseños de los mandalas pueden ser muy simples o bastante complejos, pero siempre mantienen características en común: un centro, puntos cardinales que pueden ser contenidos dentro de un círculo y cierta simetría.


  Se utilizaron y utilizan en la actualidad por Maestros espirituales, chamanes y sanadores, como fuente de sabiduría y forma de  meditación.


  La meditación activa que realizamos a través de los mandalas nos permite contactar con el alma individual y el espíritu universal. Favorece el autoconocimiento, la auto-expresión y la integración.

  En los tiempos de crisis en que vivimos nos permite  centrarnos en nosotros mismos y expandir nuestra conciencia, ir del  mundo de la división, la separación  y el sin sentido, hacia la totalidad y la interrelación, emergiendo cualidades y actitudes que nos llevan a vivir mejor.


  Conforme vamos trabajando con mandalas, sentimos que nos tornamos mas pacientes y comenzamos a disfrutar de un estado de paz y serenidad que se va acrecentando, aceptando lo que hay en cada momento, que cada proceso tiene su propio ritmo de maduración, su tiempo de desenvolvimiento, que no podemos forzar ni acelerar los procesos internos.


  También desarrollamos la capacidad de asombro, esa capacidad de ver cada instante con nuevos ojos, como un niño y poder disfrutar la vida más plenamente, sencillamente.


  Cultivamos la actitud de aceptación y curiosidad ante la obra que tenemos ante nosotros, intentando dejar de lado los juicio, la crítica y desarrollar una actitud de desapego, dejando libre, soltando, cualquier pensamiento, emoción o deseo que intente apoderarse de nuestra mente. Toda una actitud meditativa.


  Sostenemos nuestra atención en el mandala como un ancla que nos ayuda a mantenernos en el momento presente y nos miramos con amor, bondad y respeto por lo que somos y por la capacidad de lo que podemos hacer.


  A medida que estas cualidades crecen en nuestro interior, influimos positivamente en las demás personas. 


 

 

 

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