Gestionar  el enojo, para reducir el estrés

 

Nos han dicho que el enojo es algo “malo”, que si te enojas eres menos espiritual, menos bueno, etc. El enojo tiene muy mala prensa, sin embargo esta en nuestro cotidiano vivir, el no saber gestionarlo adecuadamente es la causa de tantos conflictos que hay en el mundo en general y en las relaciones en particular.

La verdad es que carecemos de educación emocional, no nos enseñan de niño como gestionarlo, porque nuestros padres y educadores  tampoco saben en general,  qué hacer con él.. 

 

 Cuando surge el enojo, cuando te sientes enojado, qué haces,

¿Sabes cómo gestionarlo?,

¿Has tomado conciencia que hay una química tóxica en  tu cuerpo?

¿Sabes que cada una de tus células recibe en sus receptores estas sustancias químicas?

¿Sabes que necesitas por tu salud aprender a sacar esa adrenalina   del cuerpo, de una manera saludable, que no te haga daño a ti ni a las personas implicadas?

¿Sabes cómo comunicar lo que te molesta a la otra persona, sin herir, sin culpar, sin dañar la relación?

 

Nos enojamos por múltiples motivos, todos ellos tienen en común la frustración, cuando deseamos o necesitamos algo y encontramos un obstáculo en la realización de dicho deseo o necesidad, el organismo lo vive como una amenaza, y a la  sobrecarga de energía que estaba destinada a la consecución del deseo, a la satisfacción de una necesidad, le llamamos   enojo.

 

Al no saber cómo gestionar esa sobrecarga, en vez de resolver el problema, lo complicamos más, generalmente o me callo, lo reprimo, o lo niego, o pierdo el control, me desbordo y lo saco mal contra el otro…    

 

 

El enojo no es ni bueno, ni malo, solo es un “mensajero”  que nos alerta que alguna necesidad nuestra, no está siendo cubierta, un aviso que se está traspasando algún limite nuestro o algún valor está siendo amenazado...  

 

La ira, es una emoción visceral, rápida  y que necesita descargarse, ahora bien, una cosa es la pura descarga (a través de los brazos, de las piernas, del movimiento de todo el cuerpo, a través de la voz, gritar, golpear almohadones, patear una pelota, caminar rápido, bailar, etc.)   y otra muy diferente es el ataque al otro, aquí se convierte en algo destructivo, cuando se pretende hacer sufrir al otro, “castigarlo” por lo que hizo…

 

 

De manera que el  problema no es el enojo en sí, sino  cómo expresamos este enojo, esta ira, cómo canalizar esta energía hacia algo constructivo y no hacía la destrucción.

 

Cuando nos enojamos, en  el organismo ocurren algunos cambios: aumenta la presión arterial, se aceleran los latidos cardíacos, se produce una gran cantidad de adrenalina y noradrenalina, que son neurotransmisores que nos permiten estar alertas y en actividad ante el peligro, se dilatan las pupilas y  otras funciones físicas se movilizan, el organismo se prepara  para la emergencia: “luchar o huir”.

 

El cerebro no discierne si el peligro es “real” o imaginario”, la respuesta fisiológica se produce de todas maneras, con lo cual queda un remanente de energía/química que si no se utiliza, queda en el  organismo,  y puede generar síntomas y, a la larga, enfermedades. 

 

 

Tengamos en cuenta que esta respuesta de lucha/huida, la gestiona el cerebro primitivo (el primero en desarrollarse evolutivamente), y en la antigüedad fue nuestro mecanismo de supervivencia; ante los peligros reales del hombre prehistórico, cumplía su función de protección de la vida, de sobrevivir ante los peligros reales de aquellas épocas. Hoy en día, este mecanismo, se activa ante situaciones cotidianas, que la mayor parte de las veces,  no tienen que ver con la supervivencia….pero al interpretarlos  como  “una amenaza a nuestro yo”, se dispara  el mismo mecanismo.

 

En otras entradas, hablare del enojo como autoconocimiento y expresión sana del enojo. Puedes seguir leyendo AQUI.

 

Juana. Ma. Martínez Camacho

Terapeuta especialista en procesos de transformación interior

 

 

 

 

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