Matrimonio racional-emocional


  Si existe algo bueno, también está presente lo malo. Lo mismo sucede con correcto y lo incorrecto, lo placentero y lo doloroso y, por último, con los héroes y los villanos. La dualidad es una constante en nuestra vida, por lo que frecuentemente quedamos atrapados entre fuerzas opuestas que nos arrinconan en el agotador espacio de la duda.


  Una simple, amorosa y deliciosa porción de torta de chocolate hecha por mi madre es capaz de desatar un tsunami interior de emociones, sensaciones, pensamientos, interpretaciones, justificaciones e intrusiones. Quiero pero no debo, gusto pero me privo, comer para no ofender, devorar es honrar, sarna con gusto no pica… La lista es interminable y el resultado suele ser el mismo: indigestión. Primer acto: tentación, segundo acto: indigestión, tercer acto: auto reproche. ¿Cómo se llama la obra?… ¡la torta de Memé! ¿Cuántas veces actué en esta obra? ¡Perdí la cuenta!

  El hecho de que anteriormente me haya comido tres platos de pasta con su correspondiente ensalada, más las bebidas y los panes de la entrada pasa mágicamente al olvido para enfocarme absurda y exclusivamente en la responsable de mi malestar: la torta.

¿Por qué me pasa esto? ¡Si sé que me hace mal! ¿Por qué termino haciendo algo que me había propuesto evitar?

 

  La culpa es del matrimonio. ¡Sí! El matrimonio fue pre arreglado e inevitablemente impuesto. No hay escape. No hay divorcio posible. Sólo hay una posibilidad: la armónica convivencia, el apoyo mutuo y el crecimiento compartido.


  Bajo un mismo techo, dentro de la “casa” de nuestro cuerpo, conviven nuestro sistema instintivo - emocional y nuestro sistema cognitivo - racional. El primero, comandado por las redes emocionales de nuestro cerebro y el segundo por las redes más evolucionadas del mismo. El Sr. Emoción y la Sra.

  Razón compiten por el comando del hogar, y los dos quieren hacer las cosas como deben hacerse: A SU MANERA. Y por más que a veces insistan, es biológicamente imposible que haya separación y divorcio. Y habrán enojos, ofensas, castigos y reconciliaciones hasta que eventualmente entiendan que hay una sola forma de tener la casa en orden: JUNTOS.

 

  ¿Y cuál es el origen de las diferencias en nuestro matrimonio emocional?

 

  Los bancos. Cuando hay problemas de dinero, suele salir a la luz todo lo irritante ¿no es así? Sólo que en nuestros bancos cerebrales el dinero no se computa en pesos, sino en memorias.

  El Sr. Emoción y La Sra. Razón guardan sus distintas memorias cerebrales de la misma manera, pero no necesariamente en los mismos bancos. El sistema emocional guarda sus memorias en sus redes emocionales y el racional, en sus redes racionales. Hasta acá, como verán, hay diferencias, pero no necesariamente conflictos. Ambos se ajustan a las leyes del placer y el dolor: lo experimentado como placentero se archiva en las memorias como placentero y lo doloroso como doloroso.

  Así, al evocar las distintas memorias, éstas ya vienen con su implícita carga pro o anti supervivencia, desencadenando las correspondientes conductas de acercamiento o alejamiento.

 

 

Esto no suena conflictivo, ¡pero lo es! Es la causa del primer conflicto. A veces lo que Él tiene archivado como placentero, Ella lo tiene como doloroso.

Si bien el Sr. emoción y la Sra. razón tienen un interés común que es SOBREVIVIR, también tienen formas distintas de buscar hacerlo. Mientras él quiere hacerlo de forma rápida, Ella busca la excelencia (o lo más parecido a ésta) ―cualquier similitud con matrimonios o parejas inter-humanas es pura coincidencia―.

  Y esa es la causa del segundo conflicto: los dos toman decisiones de la misma manera y comparan lo que está pasando con las memorias que tienen al respecto y así deciden si es pro o anti supervivencia. Pero a él no le interesa archivar en sus memorias mucho detalle porque cuánto más datos guarda, más va a tardar en comparar y decidir cuando así lo necesite.

 

 

  En cambio, ella quiere y necesita archivar todo lo más detalladamente posible para poder ser, a la hora de comparar, lo más precisa posible.

  Finalmente, el tercer conflicto surge porque a la hora de decidir qué hacer todo cae en manos del contador. Éste, en cada una de nuestras neuronas, es totalmente imparcial, indiscutible, carente de emociones y responsable de todo lo que hagamos o dejemos de hacer. El simplemente suma los “sí” y los “no” que le llegan de otras neuronas y da su orden de acuerdo a cuál fue la mayoría. Si hay mas “sí” vota por “sí” y si hay más “no” vota por “no”.

  Cada estímulo que percibimos genera una millonaria cadena de contadores que se pasan sus votos a través de nuestras Redes Hebbianas y módulos cerebrales para decidir qué haremos o no en nuestra vida.

  La intensidad del cerebro emocional desata una enorme cantidad de votos con la que el cerebro racional no puede competir, lo que determina que el Sr. Emoción sea a veces incontrolable, con las consecuentes ofensas, enojos y reproches de nuestra querida Sra. Razón.

 

  Cuando el matrimonio está peleado, perdemos la capacidad de funcionar como un todo y terminamos escuchando a una sola de las partes, perdiéndonos la sabiduría de la otra.

Pero con un poco de voluntad y aceptación mutua, este matrimonio se transforma en una combinación perfecta. La correcta comunicación y la reflexión son la clave, y dado que no son precisamente las fortalezas de él, la tarea cae en manos de ella.   Ella tiene una herramienta inmejorable: la consciencia.

 

  Gracias a sus lóbulos pre frontales, nuestro cerebro puede darse cuenta de lo que sucede y usar sus capacidades para calmar al Sr. Emoción antes, durante y después de los eventos. Anticipar, moldear y educar emociones son tareas para las que un cerebro sano viene preparado. Aprendiendo a observar y desarrollando nuestra inteligencia intrapersonal, podemos lograr una relación cada vez mas armónica en nuestro matrimonio interior aprovechando al máximo nuestras cualidades.

 

  Las emociones son algo maravilloso, pero necesitan de la contención del intelecto. Y el intelecto sin las emociones se torna muy aburrido y distante.

Neurosicoeducarnos nos ayuda a entender por qué hacemos lo que hacemos, por qué somos cómo somos y qué podemos hacer para cambiar lo que nos trae infelicidad. Un pedazo de torta de Memé o cualquier otro patrón de comportamiento son sólo circuitos neuronales. Podemos tomarlos como definitivos o decidir ir más allá de sus limitaciones.

  Nuestro cerebro tiene la capacidad para hacer de nuestro matrimonio interior una relación sana y duradera. La paciencia, el humor y la voluntad son aliados que se desarrollan a medida que se usan y que nos van a ayudar en nuestra armonía y paz interior.

¡Qué tengan un feliz matrimonio!

 

                 Fuente: revista Descubriendo el cerebro y la mente- Nº 76- Editor                                                                                Asociación Educar



 

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Comentarios: 2
  • #1

    Nombre...ines balbachan (viernes, 13 marzo 2015 17:55)

    exelente articulo para reflexionar.....

  • #2

    Juani (viernes, 13 marzo 2015 22:13)

    Un abrazo Ines!