La analogía del péndulo

 

  Podemos comparar el proceso existencial con el movimiento de un péndulo. El movimiento del péndulo es el movimiento entre dos opuestos polares: felicidad/tristeza, salud/enfermedad, conseguir lo que quieres y no conseguirlo…; la vida es un movimiento continuo entre estos dos opuestos polares.

  Si te identificas totalmente como autor de tus acciones, estás ubicado en el extremo del péndulo, de modo que, cuando las cosas van bien, te sientes eufórico y, cuando van mal, desgraciado. Es el estado de la mayoría de la gente.


  En su proceso, algunos organismos cuerpo-mente se convierten en «buscadores» y se inicia el proceso de desidentificación como autor personal de la acción. Es, figurativamente, un ascenso por la barra del péndulo.

  En la vida, siguen ocurriendo cosas buenas y malas, pero si has ascendido por la barra del péndulo, el movimiento subjetivo en este balanceo será menor. Ya no tienes la sensación de «yo lo estoy haciendo», sino que tienes más la sensación de que está ocurriendo y tú eres el instrumento a través del cual está sucediendo algo, y ocasionalmente, en días muy buenos, asciendes a lo más alto de la barra del péndulo.


  El vivir sigue, pero nada te altera. Eres pura testificación de lo que pasa. Hay una sensación de conexión impersonal con todas las cosas, palpas la Unidad. Eres uno con el Universo, hay una paz absoluta, es lo mejor que pueden llegar a ser las cosas fenoménicamente, ya no pueden mejorar más.

  Esta experiencia puede durar cinco o seis meses, o incluso más tiempo, pero es experiencia fenoménica. Aunque sea impersonal, tiene características y, como toda experiencia, está sujeta al cambio; lleva la semilla de la experiencia opuesta, de la dualidad. Y el cambio es trágico, la barra del péndulo está grasienta, es deslizante hacia la implicación; aumenta el balanceo, sufres; pese a todo lo vivido, crees que eres el que lo hace. Es lo que han llamado los místicos «la noche oscura del alma».

 

  El despertar impersonal no se sitúa en lo alto de la barra del péndulo, ya que es un punto fenoménico sujeto a cambios. Los sabios apuntan a un cambio cuántico, a un cambio completo de paradigma, en el que pasas de identificarte con la barra a identificarte con el fulcro.

  Éste es el punto fijo en torno al cual se mueve el péndulo y es crucial para el movimiento: sin él, éste no existe, pero en él no hay movimiento.

  No ocurre nada, no hay relación sujeto-objeto (movimiento), sólo unidad; no hay características, nada que experimentar, nadie que experimente. Es el estado del sabio. No hay experiencia permanente de la Unicidad, es dualista; toda experiencia requiere dualidad, sujeto/objeto.

  En el fulcro no hay experiencia de Unidad, todo es sujeto, todo es Unidad, pura Seidad. Por eso, la experiencia de despertar se compara al sueño profundo. Pocos buscadores lo buscan, ya que el buscador suele querer placer permanente, huir del dolor. Pero no existe el estado de eterna dicha, no hay monedas de una sola cara.

                                                                                        Wayne Liquorman.

                                                                                    Aceptación de lo que es.

 

 

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