Podemos cambiar

 

  Nuestro cerebro está siendo cada día mejor investigado, y como consecuencia del progresivo conocimiento de nuestra maquinita clave, se nos expone a través del resultado de recientes investigaciones neurológicas que a partir de cierta edad, lejos de perder neuronas como se nos decía anteriormente, podemos remodelar y recrear nuestra realidad bioeléctrica en virtud de un principio llamado neuroplasticidad cerebral, un principio que afirma la permeabilidad de nuestra masa cerebral que se ve remodelada y afectada por toda nueva información y experiencia que vivamos por más ancianos que podamos ser.


¿Qué significa esta buena noticia que nos trae la ciencia?

  Significa que durante toda la vida somos “un proceso” dinámico en marcha y no una obra acabada. La existencia es un constante recrearse y, en consecuencia, somos un sostenido crecer y expandir. La bellota se hace roble y éste se hace bosque y éste a su vez... procesos insospechados como el que hace la oruga al convertirse en una insólita mariposa, algo que puede significa que puede dar sentido a nuestras vidas. Podemos hacer una gran labor de apoyo a la evolución en nuestra propia mente y en consecuencia en el mundo.  Atención a la buena noticia: Podemos crecer de por vida.


  Estamos vivos y somos cambiantes, no hay fracasos sino aprendizajes, el dolor y las crisis son materiales inestimables de parto, la neutra observación de todo lo que sucede, incluidos nuestros pensamientos y sentimientos suponen el gran secreto del salto a una nueva Libertad. Veamos que la esperanza está servida.

 

La iluminación como salida

   Cada día observo que las personas de cierto nivel sociocultural que antes pensaban que la felicidad estaría ahí fuera, en encontrar ese trabajo tan bueno o bien comprar esa bonita casa, o encontrar esa pareja tan afín y amorosa, ahora se encuentran afortunadamente desengañadas. Sus ilusorios sueños de conseguir por fin eso material que los iba a hacer tan felices, estallaron una y otra vez como burbujas ilusorias que los ha remitido a otra reflexión y sobre todo a otra diferente dirección de búsqueda.


  Observo que una parte madura de la sociedad comienza a perseguir la felicidad en “aquello que un naufragio no les pueda arrebatar”, comienzan a buscar dentro de sí mismas, en valores del ser frente a los precedentes del tener. Y eso es una buena noticia, en realidad significa que los más desarrollados saben que ese estado estable y sosegado de íntima alegría primordial está dentro, y para ello trabajan a veces con maestros y otras de manera solitaria e intuitiva en el recorrido de avenidas fiables hacia el ser profundo desde donde sienten paz sin condiciones especiales.

  La locura de una sociedad de consumo está empezando a tornarse en cordura precisamente porque ya no se cree casi nadie que sus estados de ánimo van a durar, se sabe de la transitoriedad de todos los fenómenos y del cambio sostenido a que está sujeta la vida en todas sus manifestaciones. La única manera de encontrar eso tan anhelado que participa de la supraestabilidad está dentro, y de la misma forma que cuando estamos en el mar y nos amenaza una gran ola, procedemos a sumergimos por debajo de la misma y escapamos a su perturbación, de la misma forma en los niveles profundos de conciencia disfrutamos del sosiego y la imperturbabilidad de forma incondicionada y natural.

  

El sentido de la vida y un espacio inafectado

   A base de realizar inmersiones comprendemos que la salida del laberinto está dentro, y entre otras cosas se reconoce porque reconocemos que nuestra vida tiene sentido.

  Un día sentimos que se nos ha conformado un gran propósito que marca objetivos y pequeñas metas a nuestra vida de cada día, ¿acaso nuestra particular misión? y eso afortunadamente lo intuye cada vez más gente. A partir de ahí a buscar, y ya sabemos que el que busca, encuentra.

  Llega un día en que nos damos cuenta de que mientras mantengamos este cuerpo físico, no podremos liberarnos del dolor y del placer, constatamos que no hay panaceas, ni pareja perfecta, ni trabajo perfecto, ni salud garantizada... nos damos cuenta de que en un nivel periférico de la existencia la dualidad está servida... todo tiene dos caras.

  Sin embargo, junto a esta realidad un día surge una buena noticia... de pronto brota la certeza que existe dentro, muy dentro de nosotros, un espacio inafectado y absoluto, algo que no es permeable al vaivén de nuestras emociones y que se eleva neutral e inamovible por entre los giros de la enloquecedora noria.   Un espacio de bondad y amor infinitos que late dentro, muy dentro, tan dentro y próximo que llegamos a pronunciar que somos Eso.

  Un espacio íntimo arraigado como la roca, una identidad honda y ecuánime que se parece al amor incondicional a todo lo existente y que se nutre de compasión infinita por todos los seres vivos, algo que no es otra cosa que nuestra identidad más real. Desde ahí reconocemos la dualidad superficial en la que vive nuestro nivel mental y en cierto modo sonreímos ante lo que hay.

                                                                                                     José María Doria

 

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